Franquicias made in China
Hoy no hace falta mirar balances ni escuchar presentaciones. Basta con entrar a un galpón. Las máquinas cortadoras se apagan y en su lugar aparecen boxes de compras y ventas. Donde antes había mesas de corte y rollos de tela, hoy se apilan palets de remeras filmadas, listas para salir a la red. No es una metáfora: es operación diaria.

Las empresas están rediseñando su espacio físico para acompañar un cambio de modelo que ya está ocurriendo. Se desarma producción y se arma logística. Se reducen metros industriales y se amplían áreas de recepción, control y despacho. El valor deja de estar en transformar materia prima y pasa a estar en mover mercadería con velocidad, previsibilidad y margen.
Donde este fenómeno se ve con mayor nitidez es en el sistema de franquicias. No por casualidad. Las franquicias nacieron para la flexibilidad. Viven del pulso del consumidor en tiempo real. Si no vendés, te caés. Si no innovás, te caés. Si seguís con la política de precios de hace dos años, te caés. No hay red. No hay espera. El local vive o muere por rotación, timing y ejecución.
Por eso, el franquiciante deja de pensar como fabricante y empieza a operar como hub comercial. Importa producto terminado, lo consolida, lo distribuye y lo rota en una red de locales cada vez más estandarizada. El pulso del negocio ya no lo marca la máquina, sino el calendario de embarques, los costos FOB, los tiempos de tránsito y la velocidad con la que el producto llega a góndola.

Ese cambio se refleja con claridad en los organigramas. Donde antes había jefes de planta, técnicos y responsables de producción, hoy hay responsables de compras internacionales, ejecutivos de expansión, equipos de ventas de franquicias y soporte operativo al franquiciado. El músculo se vuelve comercial. No por relato, sino porque el sistema exige reacción inmediata.
La franquicia se diseña para este esquema. Locales pensados para rotar producto importado, back offices mínimos, depósitos tercerizados y layouts optimizados para velocidad. Y cada vez más, locales que ya no se construyen: se ensamblan. Mobiliario, cartelería, iluminación, tecnología y equipamiento llegan prearmados en módulos importados. La obra se reemplaza por montaje. El desvío se convierte en costo cerrado. El tiempo muerto desaparece.
No ocurre en todos los rubros. La gastronomía, por ahora, se mantiene mayormente anclada a producción local. La naturaleza del producto, la frescura, la logística y el control sanitario imponen cercanía. Pero incluso ahí, el sistema se estandariza: insumos clave, equipamiento, layouts, procesos y tecnología siguen la misma lógica de centralización y control. La diferencia es de grado, no de dirección.

Al mismo tiempo, están desembarcando marcas extranjeras que ya nacen con este ADN. No vienen a producir ni a adaptarse lentamente. Importan producto desde Asia, desarrollan el concepto comercial con equipos locales, tercerizan galpones logísticos y despliegan franquicias como si fueran sucursales replicables. El desarrollador local ejecuta. El franquiciado opera. La casa matriz controla origen, diseño y costos.
El centro del negocio ya no es la fábrica ni siquiera el producto. Es el sistema empaquetado. Qué traer, cuándo traerlo, cómo distribuirlo y a qué ritmo abrir locales. La ventaja competitiva no es técnica. Es logística, financiera y de timing.
Este modelo no es una promesa ni una tendencia incipiente. Está pasando ahora. Y está ganando terreno porque abre más rápido, cuesta menos, permite ajustar precios y surtido al ritmo del consumo y reduce fricción en cada decisión. Mientras algunos siguen discutiendo si es el camino correcto, otros ya están ocupando locales, rotando stock y capturando mercado.
Las Franquicias Made in China no se entienden desde el discurso. Se entienden caminando depósitos, mirando layouts y leyendo organigramas. Se escuchan en el silencio de las máquinas apagadas y en el movimiento constante de pallets entrando y saliendo.
No comprender esta dinámica no es una postura ideológica ni una diferencia de criterio. Es quedarse quieto mientras el mercado acelera. Y en franquicias, quedarse quieto no es neutral: es empezar a desaparecer sin hacer ruido.
-Por Agustín Bidoglio